La television publica se queda sin audiencia

Los datos de audiencia de marzo que ayer se hicieron oficiales pueden suponer un punto de inflexión. Después de seis meses consecutivos, La 1 pierde el liderato en detrimento de Telecinco, y de manera clara (1,2 puntos). Pero más que mirar hacia delante, la pública debe poner los ojos en el retrovisor: Antena 3 se ha quedado a sólo cuatro décimas. Una caída que coincide con la política de recortes emprendida por RTVE en su parrilla debido al tijeretazo impuesto por el Gobierno de 204 millones en su presupuesto. La pregunta está sobre la mesa: ¿la televisión pública tiene que pelear por la audiencia con las privadas?

«Tiene que tener audiencia, no puede ser una televisión de nicho. Así se entiende en el resto de Europa. Sólo se puede justificar el gasto público para algo que sea para toda la gente, no para una minoría», argumenta Luis Jiménez, socio responsable de Media de Deloitte. «Pero hay que reconocer que con el recorte es complicado», añade.

El presidente de turno de RTVE en marzo, el consejero del PP Jesús Andreu, reconoció la semana pasada en la comisión de control a la corporación que las medidas de austeridad «se concentran principalmente en la franja prime time». La ficción española ha desaparecido. En su lugar, películas clásicas, que tienen un coste menor, pero también menos audiencia, lo que arrastra a la franja anterior y posterior, esto es, los informativos y el late night. Ayer, la consejera de la corporación Teresa Aranguren achacó sin tapujos la bajada de audiencia a la de presupuesto, en declaraciones a Efe: «Esto es algo que, desde que se anunció el recorte, algunos consejeros hemos venido anunciando. La situación de la Corporación RTVE, tal y como el Gobierno ha planteado el recorte, es dificilísima». 

«El recorte está erosionando la audiencia. La televisión pública es pública porque tiene público. Tiene que aspirar a llegar a amplios sectores de la población, transmitir valores y educación», apunta Juan Luis Gordo, portavoz del PSOE en dicha comisión. «No es un problema de recorte, sino de gestión», contrapone Ramón Moreno, su colega del PP. «En 2006, La 1 tenía un share del 18,2% y ha ido cayendo año a año. En 2007 tenía un 17,1%, un 16,4% en 2009 o un 15,9% en 2010. Estos datos demuestran que cuando había dinero, y no recortes, también bajaba la audiencia. El argumento de la caída por el recorte se desmonta». 

En lo que va de año, La 1 ha perdido audiencia todos los días de la semana, salvo los martes que emite los partidos de la Champions, según datos de Barlovento Comunicación. De enero a marzo de 2011, La 1 presentaba una cuota media del 15,1%. En el mismo periodo de 2012 ha perdido 1,4 puntos, lo que se traduce en 80.000 espectadores de media. «En ningún sitio pone que TVE tenga que ser líder. En el mandato marco dice que 'será imprescindible que alcance una posición destacada'. Su obligación es ofrecer un servicio público, pero no ser líder de audiencia», defiende Moreno. 

Una opinión que contrasta con la de algunos expertos. «Un grupo como RTVE tiene que tener al menos un canal generalista que aspire a ser líder, porque éste mantiene al resto. No podemos permitir gastar tanto dinero en un grupo de canales sin que ninguno tenga influencia», reflexiona Juan Pablo Artero, profesor de comunicación digital de la Universidad de Zaragoza y experto en el sector audiovisual. 

«El PP está abonando el terreno para cuando La 1 caiga por debajo de los dos dígitos y así cuestionar el trabajo de la gente y acometer despidos», sentencia Gordo, que defiende que dentro del concepto de servicio público RTVE opte a la Champions y otros contenidos premium, «porque posibilita que todas las capas sociales tengan acceso a ellos. Es un concepto de rentabilidad social». 

Para Jose Miguel Contreras, presidente de Uteca -la patronal de las cadenas privadas- «carecería de sentido gastar dinero público en un servicio residual. Defendemos que no sea minoritaria. Series como Águila roja o Cuéntame desarrollan la industria nacional. Otra cuestión es que en el ánimo de tener audiencia opte a contenidos que no tienen que ver con el servicio público, pasando a ser un competidor desleal que encarece productos como el deporte o el cine de EEUU con el dinero de todos». 
Sí hay algo en lo que todos los actores implicados están de acuerdo: los recortes a lo último que deben afectar es a la función de servicio público y a la producción propia. También hay coincidencia en que recorte tenía que haber: «No es comprensible que todos los medios hayan recortado y la pública fuera la única que no lo hiciera». La clave es ver cómo gestiona ahora su presupuesto de 1.000 millones.

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