Los judíos siempre unidos

La sociedad humana, en mi opinión, es más o menos sociedad en la medida en que se hace más comunidad y en la medida en que participa cada vez en más juegos como equipo. El caso de los judíos es un experimento antropológico extraordinario, para ver cómo, a pesar de haber sido expulsados de su propia tierra y a pesar de haber sido anojados a sistemas culturales variopintos y opuestos, el pueblo judío no se ha disuelto como un azucarillo en los cafés cristianoeuropeos de Alemania o de España, ni en los arabomusulmanes de Egipto o de Argelia.

Al conservar los símbolos júdíos -la palabra judío, hebreo, israelita; su libro sagrado; la bandera de la circuncisión; la sinagoga con los ritos de pasajes cruciales del nacimiento, boda y funeral y al ser atacados, expulsados, perseguidos, se han sentido como un< equipo unido.

El equipo se une en las partidas ganadas y sobre todo en las perdidas, especialmente si se consideran injustamente perdidas. Hitler, al atacar al equipo judío desperdigado en la diáspora, terminó uniéndolos. Le salió el tiro por la culata. Los europeos, sobre todo los más avisados, se sienten humillados, ridiculizados, al no poder ni siquiera perder alguna partida como «superpower», como superpoder, en la gran olimpiada política, deportiva, militar y cultural de los superpoderes. Tienen o tenemos los europeos el estímulo de tener en frente poderosos equipos tribales, territoriales o geopolíticos, que no es que nos ganen partidas, sino que ni siquiera nos permiten participar. 

Solamente nos dejan sentarnos a contemplar y a aplaudir a los equipos que juegan en el gran torneo de los «superpowers» y, además, comiendo hamburguesas, tomando Cocacola, fumando el «American Way of Life» y hasta tragándonos el «fumar daña la salud», cuando tal vez tuviesen razón «los indios» de Cristóbal Colón al hablar de las propiedades medicinales del tabaco, cuando tal vez, Sherlock Holmes no pueda resolver un caso intrincado, sin rumiar antes el enigma con su pipa y cuando tal vez Churchill no pueda ganar la guerra, sin saborear un buen habano. Los europeos, al sentimos unos peleles o muñecos manipulados, vamos haciendo equipo y despertando de un letargo histórico anacrónico. La Señora Thatcher se ha equivocado de siglo y de lugar. El equipo europeo se está preparando para salir al terreno de juego que le corresponde.

Es lo que conviene al equipo USA y al equipo nipón, para que no se duerma nadie sobre los laureles.

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