Esto fue lo que nos dejó la movida

Eran otros tiempos. Tiempos en los que la contracultura copaba el ocio al salir de clase. Tiempos en los que los programas de la tele los presentaba una bruja de nombre Avería. Tiempos en los que los políticos dejaban frases para la posteridad: «¡El que no esté colocado, que se coloque... Y al loro!». Esto fue lo que dijo Tierno Galván durante un festival en 1984. Eran otros tiempos. Eran los años de la Movida.

Han pasado 25 años desde que murió el que, probablemente, haya sido el alcalde más carismático de Madrid. El viejo profesor -fue catedrático de Derecho Político- impulsó y promovió un movimiento que nació dentro de las aulas.

Un 9 de febrero de 1980, en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), se fraguó el nacimiento de la Movida madrileña. Un jovencísimo Enrique Urquijo y José Vegas, programador cultural de la institución académica, habían acordado entre unas copas en El Penta y otras en La Vía Láctea (dos locales de Madrid) celebrar allí un concierto homenaje a José Enrique Cano, Canito. Éste, batería de la banda Tos, germen de Los Secretos, había muerto en enero tras ser atropellado. El recital, gratuito, unió sobre el escenario a Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop, Mermelada, Mamá, Tos... Había nacido el movimiento cultural más importante de la España de finales del siglo XX.

Vicente Negro, profesor en la Escuela de Caminos, cursaba entonces el primer curso de la ingeniería. Tenía 18 años y, por supuesto, estuvo allí. «Lo viví borracho», recuerda con humor. «En Madrid no había ninguna sala para escuchar música y, de pronto, te encuentras con que se van abriendo locales donde desintoxicarte de los estudios. Así pasó, íbamos de concierto en concierto. Fue una revolución», asegura.

Más natural fue para Miguel Sánchez, una «chaval class of 1960», como él mismo se define, que vivió intensamente esta rebelión cultural. «Percibimos la Movida como algo espontáneo, ya que no veníamos de una sociedad limitada en sus puntos de vista. Fuimos adolescentes en el declive del Franquismo. Quizá para los más mayores la política era importante, pero no para nosotros, que estábamos totalmente descerebrados y con las hormonas a tope», dice.

Revolucionario fue que «los jóvenes accedieran en masa a la Universidad», dice Miguel, que las aulas se convirtiesen en camerinos, disfrutar de Depeche Mode sin salir del campus, o que un empleado de Telefónica, de nombre Pedro Almodóvar, rodase una película financiada únicamente con el dinero de sus amigos. Sí, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón también apareció en 1980, convirtiendo a su director en uno de los protagonistas del movimiento.

«Era normal encontrarte con Alaska, Almodóvar, Tino Casal, Umbral o cualquier otro tomando copas en las terrazas de la Castellana, lo que dotaba a la Movida de una naturalidad que la hacía singular y que, a su vez, hizo que la gente adoptara este movimiento cultural como suyo propio», explica Miguel.

Quizá su singularidad pasaba por una intensa mezcla de estilos que predominaba en todas las artes. El rock urbano se mezclaba con el punk, el glam, la poesía, el pop o el tecnopop en un cóctel explosivo del que bebió la música, la literatura, la moda, el cine, la fotografía, el cómic...

Y todo porque, según Vicente, los personajes claves de la Movida tenían raíces profundas dentro del mundo de la cultura. Fue un compendio de gentes con espíritu universitario -Enrique Urquijo, por ejemplo, cursaba estudios superiores en aquellos años- que, sin embargo, no tenían formación musical.

Y, como en todos los movimientos, hubo quien quiso dar un paso más. Así, en el año 1981, en un bar de la calle Corredera Alta de San Pablo, nacieron Las Hornadas Irritantes, un puñado de bandas que pretendían reírse de los que, entonces, se consideraban muy cool. Y es que, como cantaban Los Nikis, otros que pasaron por la Escuela de Caminos de la UPM, me he teñido el pelo de color butano, ¡qué alternativo soy! Compro ropa en Londres de segunda mano, ¡qué alternativo soy!.

Sí , la ironía y el sentido del humor fueron dos de las señas de identidad de una corriente que se fue diluyendo en el tiempo. «La Movida degeneró en una economía de mercado. Los grupos empezaron a tener manager. Rockola podía pagarles, nosotros, no», explica Vicente. «El artista termina endiosándose, nosotros acabamos la carrera y no organizábamos conciertos porque teníamos que trabajar», recuerda. Por su parte, Miguel cree que desapareció «entre copas, porros, publicidad, campañas de marketing, ideas heredadas y deberes adquiridos». Sin embargo, permanecerá para siempre porque la cultura, como la energía, ni se crea ni se destruye. Se transforma.

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