Las pesetas que aún tenemos guardadas

Sobre el mostrador de madera de la ferretería de Juan Higinio Rey hay una moneda de 100 pesetas para cobrar los cuatro tornillos que uno de los clientes acaba de comprar. Juan busca el pedido en el almacén mientras que su mujer examina la pieza sobre la palma de la mano. En el anverso aparece la efigie de Juan Carlos I y la fecha de acuñe, 1983. Estamos en Mugardos, la localidad coruñesa de 5.536 habitantes donde el pago en pesetas todavía es posible. Crónica se acerca al único pueblo donde la vieja y jubilada moneda española sigue viva, en la semana en la que el euro estuvo más amenazado que nunca.

Desde que empezó el ensayo gallego para resucitar a la rubia, en marzo de este año y por iniciativa de la Asociación de Empresarios del Comercio y la Hostelería de Mugardos, la bolsa no deja de sonar. Mientras en el Reino Unido hubo quien aprovechó la iniciativa hispana para arremeter contra el euro, los vecinos de este pueblo costero próximo a Ferrol empezaron un ir y venir a la sucursal que el Banco de España tiene en la provincia. Las primeras sacas llegaron con algo más de un millón de las antiguas pesetas y entre muchas risas. Dos de las mujeres integrantes de la asociación Portomagno, promotora de la idea, viajaron a A Coruña portando una maleta de 30 kilos de peso repleta de monedas de peseta de diferentes valores. Tras subir las escaleras que dan acceso al banco, el personal de seguridad quiso saber el contenido del pesado equipaje.

- ¿Qué lleva ahí señora?
-Pesetas, somos de Mugardos- zanjó María Tenreiro. La frase era la clave que permitía a las dos mujeres evitar el control de seguridad y acercarse al cajero encargado del recuento.

Es día de mercado y la localidad costera, próxima a Ferrol, se llena de turistas ávidos por conseguir marisco a buen precio y pan artesano recién hecho. Una malla de naranjas en el primer puesto del mercado cuesta 500 pesetas (tres euros) si el pagador decide echar mano de las divisas de antaño. En el quiosco, calle abajo, son varios los vecinos que pagan el euro del periódico con siete monedas de 25 pesetas de las agujereadas, dejando los céntimos de más al estanquero.

Todos los empresarios comentan el caso de un poblador de la localidad coruñesa de Melide que hace un par de semanas apareció en el pueblo con 100.000 pesetas dispuesto a gastarlas en los negocios de Mugardos. «Se pasó todo el día en el pueblo, comió en un restaurante, anduvo de bares, se compró unos zapatos y cuando pasó a despedirse, iba cargado de bolsas», explica impresionado Juan Higinio Rey, secretario de la asociación y propietario de una de las ferreterías que participan en la campaña.

El pasado lunes dos vecinos de Ferrol se acercaron a una de las tiendas de electrodomésticos del pueblo para llevarse una nevera que pagaron en billetes de 1.000 pesetas, uno a uno hasta sumar 80.000, un total de 80 billetes, 480 euros al cambio. «Pensábamos que iba a aparecer mucha peseta pero no tanta», confiesa, «ni en cantidades tan elevadas», dice Rey.

«Lo primero que vendimos al día siguiente de poner en marcha la campaña fue una sandwichera», cuenta María Tenreiro, quien recuerda que una joven compradora encontró 10.000 pesetas en uno de los trajes viejos de su padre y decidió gastarlos. María anota en un papel cada una de las compras que los clientes realizan en pesetas, la mayoría cantidades pequeñas que no llegan a los 100 euros.

Desde que la peseta hizo su presencia de nuevo en Mugardos, de la mayoría de los comercios cuelgan carteles en los que reza «La peseta continúa». Hasta el momento, han sido las tiendas de electrodomésticos, los restaurantes o las zapaterías las que han recaudado una cantidad mayor de billetes y monedas. En la mercería de Dolores los pagos son pequeños pero ya ha vuelto a reunir 200 euros en pesetas. «Una mujer dejó las monedas sobre el mostrador y me dijo que le diese las bragas que pagase con las rubias». Muchos de los clientes tenían cantidades pequeñas «por las que no se desplazan hasta el Banco pero las gastan cuando hacen sus compras».

El Banco de España tiene la obligación de cambiar monedas o billetes de peseta por un tiempo ilimitado, detalle que a veces la gente parece ignorar. Según datos del Banco de España en el mes de mayo de 2017 había monedas de peseta en circulación por valor de 812 millones de euros, mientras que la cantidad de billetes no devueltos asciende a 903 millones.

Las cifras muestran un descenso del número tanto de metálico como de papel, posiblemente por la situación de crisis que ha llevado a las familias a buscar dinero incluso entre las rendijas del sofá. «Una familia vino con una bolsa llena de monedas que encontraron escondida al cambiar la nevera», recuerda el dueño de la ferretería, quien asegura que varios jóvenes hallaron pesetas escondidas por sus abuelos una vez que estos fallecieron. «En los colchones, en tarros de barro o incluso enterrados al pie de algún árbol», explicitan.

Los billetes que todavía acepta la banca son los cursados a partir del año 39 y todas las monedas, salvo aquellas que ya no están en curso desde antes de la aparición del euro. En las tiendas, las vecinas miran a la peseta con añoranza. «Si pienso en pesetas no compro», confiesa una de las clientas de la mercería mientras deposita varios euros a cambio de dos ovillos de lana. Los euros terminan en la caja registradora, al lado justo un recipiente plástico almacena los duros tapados por varios billetes verdes. Mira la cara de Francisco Pizarro en el de 1.000 pesetas acuñado en el año 1992 y le dice: «No eras muy guapo pero ¡cuánto valías!».

En la avenida principal del municipio hay un bazar chino de reciente apertura. «No cobramos con pesetas, igual en el banco de la esquina», responde con evidente preocupación el comerciante, desconcertado con la pregunta.

«Apruebo la idea porque me parece estupenda pero nadie me pagó nada con pesetas», reconoce sorprendida la carnicera del mercado San Telmo. Ella, junto con la óptica de la calle Galicia, son los únicos dos comercios adheridos a la asociación en los que, por el momento, no ha vuelto a entrar la peseta. Lo contrario ocurre en la iglesia, reconoce uno de los párrocos, a pesar de que no forma parte de la asociación ni estos se acordaron de incluirlos. En el cepillo aparecen modestas cantidades que los vecinos entregan amparándose en el anonimato. La cifra recaudada desde 2002, año en que dejó de circular oficialmente, todavía no les ha compensado el viaje a A Coruña y las pesetas cogen polvo en un cajón.

El primer mes de la campaña, los 60 comercios y locales de hostelería de la zona recogieron un millón de la antigua divisa: 6.000 euros, cifra que esperan superar cuando hagan de nuevo el recuento, en septiembre. Pero la campaña no sólo les ha traído beneficios. Recuerdan el disgusto que les ha dado un medio británico que anunció, sin haber visitado Mugardos, la rebelión del municipio en contra del euro y la vuelta a la peseta como única forma posible para hacer transacciones. «Vinieron medios de varios países. La BBC no entendió lo que pretendíamos. Todo el mundo puede pagar con euros damos la oportunidad de retirar las monedas que todavía quedan por casa y sólo acepta el Banco de España o nosotros», explica la presidenta de Portomagno.

En el puerto, las olas acercan la resaca de un sector naval duramente castigado por la crisis, el azote a un pueblo que vive de los astilleros y del trabajo en el mar. En una de las tascas varios amigos matan la tarde alrededor de tres tazas de vino blanco. 40 céntimos si pagan en euros, 70 si se pagan en pesetas.
También hay listillos que se ha querido aprovechar de la situación. «Piden un café y te dan un billete de 5.000 pesetas para pagar», dice el propietario de la cafetería La Helvética. Por eso, él ha decidido pasar por alto la práctica aunque sabe que el cliente ha utilizado la campaña simplemente para cambiar el dinero sin la necesidad de acudir al banco. Creen que algunas personas echan mano de la estrategia por miedo a llevar cantidades grandes a las sucursales y que les pidan explicaciones. Actualmente, el Banco de España solo puede pedir la identificación para cifras superiores a los 3.000 euros.

En cambio, en el bar de la Avenida de Galicia, Juan Castro, uno de los clientes habituales, decidió gastarse la bolsa entera de monedas de cien pesetas que encontró en casa con la que abonó el café matinal durante varias semanas.
Decidimos coger nuestras pesetas y comprobar si es tan fácil pagar con las rubias. Llenamos un monedero. Pedí, junto al fotógrafo, dos cafés con leche. Lo justo de nuestro botín: 332 pesetas. Sin problema.

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