Mariah Carey no está gorda está fuertecita

Debutó en 1990 con un LP del que se vendieron más de nueve millones de copias, y desde entonces ya ha editado otros tres que no le quedan a la zaga. Ahora destapa su Music Box en la que muestra su lado más personal y humano: voz negra, alma interracial, amor eterno y la suerte que la acompaña... casi nada.

Ha crecido muy deprisa; lejos quedan los 19 años en vaqueros, la sonrisa picaruela de una pseudo-adolescente, el sueño americano... A Mariah Carey no hace falta que le cuenten cuentos, porque ella es Cenicienta. Pasó la infancia como muchos críos iba al colegio, jugaba con «Barbies» y veía Tom y Jerry todas las tardes , sólo que le gustaba la música más que un pastel de cerezas; con cuatro años cantaba a voz en grito las canciones de Dionne Warwick, entonaba ritmos al más puro estilo godspell y recitaba como el Padre Nuestro la escala musical. Y es que su madre es cantante de Opera retirada, y se encargó de dirigir los pasos de la niña por el camino que ella había abandonado.

Con diecisiete años aterrizó en «la Gran Manzana» con el firme propósito de darle un buen bocado; compartía un minúsculo apartamento con tres amigas y andaba de cabeza todo el día para ganar los dólares suficientes y pagar el alquiler: por la mañana trabajaba de camarera, por la tarde vendía recuerdos horteras en Times Square y por la noche se transformaba en corista de Brenda K. Starr. Gracias a la amistad que trabó con la cantante, Mariah llegó a conocer Al «Gran Jefe» de CBS el príncipe azul de los negocios y más tarde su marido ; echándole cara al asunto le entregó una cinta con sus canciones el zapato, evidentemente pensando que jamás la escucharía. Unos días después firmaba un contrato millonario. ¡Bingo! el zapato ajustó. Desde entonces vive acaparando números uno en las listas de éxitos de medio mundo, coleccionando Grammys y editando álbumes cada vez más suyos.

Music Box, su último álbum, ¿es también una caja de sorpresas?
Es un escalón más de la evolución de mi música y de mí misma, porque en él compongo, arreglo e interpreto los temas. Es la primera vez que trabajo tan intensamente en un disco y los resultados son más que satisfactorios, al menos así lo siento en mi interior.
O sea, que este disco es totalmente Mariah Carey.
Sí, en él me reflejo tal y como soy, hablo de la vida tal y como la veo.

Y ¿cómo la ve ahora que las cosas parecen irle tan bien?
Depende del día, pero en general soy muy optimista con respecto al futuro. Evidentemente mi vida ha cambiado mucho. Soy feliz porque hago lo que me gusta y vivo al lado de personas que me quieren.

¿Cuál es el secreto de su éxito?
Estar en el sitio preciso en el momento adecuado después de haberme esforzado mucho. Yo he tenido muy claro lo que quería hacer en la vida y he luchado, y lucho, por conseguirlo; mis plegarias y el apoyo de mi madre han sido los verdaderos artífices de mi suerte. Cantar es un trabajo como otro cualquiera, incluso más difícil de lo que la gente se cree.

Para llegar a donde está ¿ha hecho algo de lo que no se sienta orgullosa?
Nunca he hecho cosas de las que me arrepienta, no me considero mala persona, sólo he aprendido de mis propios errores.
¿Suele cantar en la ducha?
Yo canto en todos los lados: en el coche, en la ducha, en la cama... Sobre todo por la mañana, me suelo levantar de muy buen humor y mi forma de demostrarlo es cantando.
Algunos comparan su voz con la de Whitney Houston o Barbra Streissand, ¿se crece ante los piropos o le molestan las comparaciones?
Al principio me halagaban mucho, de hecho soy fan de la música de Whitney y crecí arropada en ese tipo de sonidos, pero ahora prefiero que me reconozcan por mi estilo, no por lo que aparento.

Hablando de apariencia, ¿su físico le ha abierto puertas?
Yo no entré en el negocio de la música por el dormitorio de nadie. Si mi voz no fuera lo suficientemente buena aún seguiría sirviendo perritos calientes.
¿Con qué se siente más sexy: con unos «jeans» o con un traje de noche?
Puedo estar muy sexy con unos vaqueros y una camiseta, pero me gusto más con un traje elegante y bien maquillada.

¿Qué la decidió a unirse con Tommy Mottola, presidente de Sony Music, la compañía que edita sus discos?
Para mí es muy importante que un hombre me comprenda y me proteja, que sea un amigo por encima de todo lo demás; en Tommy he encontrado todo lo que esperaba y más, somos muy felices.
¿Qué la pierde?
Si dormir es un vicio, entonces estoy muy enganchada; también me gusta comer patatas fritas con ketchup...

Ahora que está en plena promoción del disco, ¿tiene los ojos puestos en Europa?
El mercado europeo me interesa, por supuesto, pero de momento prefiero concentrarme en Estados Unidos. He iniciado mi primera gira promocional en noviembre, en Miami, y voy a recorrer el país hasta el año que viene; entonces es probable que me traslade a cantar a Europa.
¿Es cierto que cantar en público le da un poco de «corte»?
Sí. Soy muy tímida y me cuesta actuar en público. Hace un par de años me pidieron que cantara en el último partido de temporada de la NBA, ¡había más de cien mil espectadores!, y estuve a punto de no salir, pero me alegro de haberlo hecho, aunque lo pasé muy mal al principio.
Oscar Wilde decía que «todos estamos en el mismo barco pero sólo algunos ven las estrellas». ¿Usted las ve?
Todas las noches, antes de acostarme.
Y le doy gracias a Dios por ello.

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