Lo que se hunde sin remedio despierta el morbo de la gente

Bernadette Soubirous, la santa de Lourdes, no ha obrado el milagro: el musical sobre su vida ha echado el cierre en el Dominion, uno de los seis teatros de Londres que tiene un aforo de 2.000 localidades. El musical ha aguantado solamente tres semanas. Antes de su estreno, el Papa le envió su bendición apostólica. La noche en que subió por primera vez el telón, el cardenal primado de la Iglesia Católica en Gran Bretaña, Basil Hume, estaba en primera fila junto al Nuncio. «Bernadette» fue anunciado como «el musical de la gente». 

La noche del estreno, la empresa hizo una encuesta entre los espectadores y llegó a la conclusión de que el 90% había calificado al espectáculo como «excelente» o «bueno», pero esa misma noche la crítica vio el musical de forma distinta y a la mañana siguiente se mostró feroz. En uno de los diarios de mayor circulación, su crítico no se paraba en barras y empezaba diciendo que se iba a necesitar un milagro más grande que el de Lourdes para que el musical tuviese éxito. En otro periódico con crítica influyente se pudo leer que «la música de "Bernadette" sólo en ocasiones llega al mismo nivel de la canción noruega para un festival de Eurovisión». «Espectáculo lleno de cliches», dijo otro crítico.


El autor del guión se mostró muy irónico ante las críticas. «No necesitamos milagros sino culos en los asientos de las butacas», dijo mientras tiraba las críticas adversas -todas- a la papelera. El productor fue más duro: «Los críticos de teatro son hornosexuales a los que no gustan espectáculos tan entrañablemente familiares como éste», afirmó al tiempo de expresar la turbación que le había producido, «como padre de familia que soy», ver el comportamiento de «toda esa crítica gay moviéndose provocativamente por la platea la noche del estreno». El presidente de la asociación de los críticos casi sollozó: «Horrible», acertó a musitar. Un día después del estreno, en el Londres teatral nadie se pre guntaba por la dura vida de Bernadette ni por la insólita bendición papal. Se hablaba sobre si la crítica está o no está en manos de homosexuales o -ya más en serio- si Londres es una ciudad en la que para triunfar con un musical has de trabajar muy fino. Bernadette ha durado sólo tres semanas, batiendo el récord al fracaso más rápido en el West End, la zona de los grandes teatros londinenses. 

Pero hace poco más de un mes, King, basada en la vida del líder de los derechos civiles de los negros norteamericanos, sólo duró cinco semanas y quemó 700 millones de pesetas. En tanto, sólo unas esquinas más abajo el espectáculo Alguien como tú, con la estrella de la década de los 60 Petula Clark, llevaba a la ruina en, seis semanas, al empresario Harold Fieldig, un mito del teatro musical en el West End de Londres y en el Broadway de Nueva York desde que produjo espectáculos para el lucimiento de Ginger Rogers. Cuando se debatía si los críticos eran unos gays a los que molestaba la vida serena de Bernadette el público ya había dejado de acudir al Dominion, un teatro amenazado de derribo. Sólo un 25% de su capacidad fue vendida.

El productor, un ex chófer de los Rolling Stones, hipotecó su casa, valorada en 70 millones de pesetas, para poner en marcha un proyecto con el que pensaban hacerse de oro los pequeños inversores que se rascaron sus bolsillos y pusieron en la aventura 300 millones de pesetas más. Había más gente de la normal, según el portero, atraída por la morbosidad de todo lo que se hunde sin remedio. «Venía gente mayor que sabía de qué iba la historia», explicó una chica que trataba inútilmente de vender camisetas del musical. Gran parte de esa gente pareció salir insatisfecha del espectáculo, añadió la chica. 

Debía tener de Bernadette Soubirous la imagen de Jennifers Jones y no la ofrecida por el musical producido por el ex chofer de los Rolling Stones, un tipo a piñón fijo que al argumentarle «algún crítico debe haber que no sea gay» se encogió de hombros y respondió «yo no lo he visto».

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