Batman el vampiro

Aparte de las novedades de reparto; el musculoso Val Kilmer en lugar del veterano Michael Keaton, la cara escindida de Tommy Lee Jones en lugar de la sonrisa enharinada de Jack Nicholson y la aparición de una renovada y sugerente Nicole Kidman emulando la rotundidad de Kim Basinger; y unos decorados tenebrosos y urbanos que la acercan más a los dibujos de Bob Kane en el cómic original, se puede decir que la nueva versión de Batman resulta, con diferencia, la menos convincente de las tres entregas que se han realizado hasta el momento.

En esencia el hilo argumental, lo de menos en un planteamiento de esas características, es el de costumbre, el enfrentamiento de Batman con el insaciable resentimiento de un personaje, en este caso dos, marcado por la mano cruel del destino, pero las distintas fases del relato saltan sin transición del extremo de la acción, lastrada por una planificación asfixiante y carente de perspectiva, al de un intimismo pedante y torpemente psicoanalítico, de tal manera que parece que la película hubiera estado concebida para ser contemplada por dos tipos de público diferentes que se relevarán alternativamente ante la pantalla.


Las hazañas heroicas, las peleas espectaculares, todo lo que puede despertar el interés de los más jóvenes, deja absolutamente indiferente a los paladares más adultos, que de todos modos tampoco tienen motivos para echar las campanas al vuelo en las secuencias de diálogos pretendidamente ingeniosos, retroexplicativos o supuestamente picantes.

La característica más notable de Batman forever es la dualidad esquizofrénica, aunque lamentablemente superficial, a la que aspira el conjunto de la película.

Al imprescindible desdoblamiento del protagonista en superhéroe de fijaciones vampíricas y honorable prócer de la ciudad de Gotham de infancia traumática, se suma la irrupción del personaje negativo encarnado con autocomplaciente desmesura por Tommy Lee Jones, que no es otro que el conocido Jocker, que adopta aquí el explícito nombre de Dos Caras.

Para redondear el planteamiento de dualidad y simetría, frente a la presencia de un segundo héroe positivo, el inevitable Robin, surge la figura de un sofisticado villano, de mente maquiavélica y aspecto andrógino, instalado también en una segunda personalidad, que se hace llamar Enigma, al que da vida uno de los descubrimientos más irritantes del nuevo Hollywood, el atleta de la mueca desencajada Jim Carrey.

La nueva versión de «Batman» resulta, con diferencia, la menos convincente de las tres entregas que se han realizado.

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