Vaya parto

El parto de los montes, palabra. Tantas convulsiones telúricas y la montaña parió un ratón: universalización y Madrid capital europea del teatro por siempre jamás amén. Eso ha dicho la autoridad componente en la ceremonia de presentación. Lo cual no está nada mal, pero a ver cómo organizamos ese cosmopolitismo redentor; lo primero es adecentar la casa por dentro; luego, escaparate y pasarela. Aunque mejorable, Madrid es ya capital europea, sin esperar a esta declaración de principios de maravillosa filosofía expansiva.

Madrid no es ya ese infame poblachón manchego; incluso cuando lo fue, era patria del teatro. Basta darse un garbeo por las cercanías del Ateneo. El señor Grueso, ojo no se pierda la mayúscula, aunque yo lo veía de espaldas en el Español, estuvo políticamente correcto y seductor. Cualquiera que lo escuchara ayer no dudará de que tiene las ideas claras: relaciones con el teatro privado, protección a las salas privadas y un teatro público, con el mínimo de Estado.

Sólo que los gestos son más elocuentes que las palabras. Y la puesta en escena de la rueda de prensa de ayer fue fatal, como diseñada por un mal director, y lo que es peor, quizá premonitoria. Dos señores y una señora, en el proscenio del escenario, de espaldas a un patio de butacas vacío, y un ejército de periodistas de figurantes frente a ellos, menos los que se colaron en los palcos. De vez en cuando, como en el mal teatro, mensajes de apoyo, en off, en español o inglés. Inquietante, de verdad: un patio de butacas deshabitado y un escenario lleno: la abolición de la cuarta pared.

Ojalá el mensaje de ayer y su escenificación no sea profético. Las grandes cuestiones quedaron en enunciados: se apoyará al autor español, se apoyará a las salas alternativas, seremos universales. Bien, pero cómo, cuándo y dónde. Ni los defensores del teatro público, entre los que me encuentro, ni los empresarios, entre los que no me encuentro, salieron contentos. Lo que quedó claro es que la programación la hará el señor Grueso, y que cada centro municipal tendrá un gerente, un mandado, un «síseñor» de lo que dispongan Natalio Grueso o la empresa Macsa. Los recortes empezarán eliminando las invitaciones del llamado corte que los políticos bloquean en los estrenos muchas veces para no ir; la cultura habrá que pagarla. Pero el espectador normal no puede pagar mucho. A ver qué pasa con el precio de las entradas. Por cierto ¿qué sigue pintando o qué vela lleva en este entierro Macsa?

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