Le he pedido a mi asistenta que me sintetice lo que ha contado Rajoy

Disfrutando de un embrutecedor y maravilloso empacho de fútbol, aprovecho el intermedio entre el Barcelona-Benfica y el Dínamo-Spartak, que va a pasar en diferido Futbolísimo, para ofrecerle la obligada ración de pienso (cebada, avena y trigo, sin la menor relación con el pensamiento) a mi adormecida conciencia social, indiferente hacia esa trascendente Cumbre de Maastricht que va a transformar a los africanizados españoles en ciudadanos de lujo de la liberal Europa. La cámara se extasía, mediante un interminable primer plano, con el rostro del gran seductor, de ese modelo de persuasión y de veracidad llamado Felipe González. 

Le está narrando a los inquisitoriales periodistas y a su amada España el éxito de su intervención en el concilio que va a borrar las fronteras geográficas y económicas entre ricos y pobres, cosmopolitas y paletos, ilustrados y pringaos, en la Una, Grande y Libre Europa. Pongo toda mi atención en el didáctico monólogo del César, pero la cortedad de mis luces no consigue entender nada de lo queme está contando. Habla de «protocolizar, evaluar, fondo de cohesión, esfuerzo de convergencia, elementos definitorios, el parágrafo primero», pero no logro aclararme sobre el profundo significado de conceptos tan distinguidos. 

Le pediré a mi asistenta, modélica representante de ese pueblo llano al que el Poder dedica sus esfuerzos y sus desvelos, que me sintetice lo que ha contado el Presidente. Por mi parte, desconecto del gran narrador y vuelvo a dedicarme a lo mío, al bendito fútbol. Sí conseguí entender la sublime lección que le largaron a Campo Vidal y a los espectadores los prestigiosos intelectuales «liberales» (distingue a las diversas clases de intelectuales, Corcuera, que tu eres capaz de confundirles con la chusma y les envías un mecanismo para que «salga su puerta zumbando») Francis Fukuyama y Jean François Revel. Ambos están convencidos de que la democracia liberal que vivimos es lo más cercano al mejor de los mundos posibles. 

Revel, calvorota pensador galo (no confundir su look con el de otro pensador calvorota que la palmó de SIDA, el ácrata y maricón Michel Foucault) va más lejos y asegura: «África tiene problemas muy graves porque trataron de aplicar las medidas socialistas». Leo unas declaraciones de Ernesto Sábato, de alguien que sabe de fascismos camuflados, de Abaddones exterminadores, de héroes y de tumbas, en las que el blasfemo calumnia al liberalismo en estos términos: «Llamar liberalismo al capitalismo es como decir: libertad para todos y que los lobos se coman a los corderos». No estamos solos.

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