Marx traicionado por los políticos

EL señor Gorbachov no viene solo, sino que se trae en su cortejo a Raisa, su señora, y a Cirilo Metropolita, ese cura ortodoxo que debe ser así como el párroco del Kremlin. La URSS viaja ahora con una señora que viene de compras y un cura. Althusser muere «atrapado en la Trapa» (también los filósofos hacen juegos de palabras: quizá toda la filosofía no sea más que eso). Contra lo que han dicho los profetas de milenio, ahora es cuando empieza la Historia. La Historia ha estado congelada durante medio siglo por la guerra fría y el marxismo mecanicista, que de Althusser llegó incluso a Tierno Galván, en una de las etapas de su evolución intelectual continua. Lo que se veía era el Muro de Berlín, pero había un muro menos visible y más infranqueable, un muro de pensamiento, ortodoxia e intelectualismo occidental que tenía secuestrada la realidad oriental de la URSS. 

Althusser, Garaudy, Sartre, Lukács, etc., eran los alambres espi nosos y los culos de botella que coronaban ese muro. La guerra fría de la inteligencia había congelado la realidad soviética tanto o más que la otra guerra fría. Siquiera para nosotros, que leíamos más a los filósofos que los periódicos. A Marx lo había secuestrado Stalin en el Este, pero en el Oeste, o sea aquí, lo tenían secuestrado sus exégetas, pensadores y sacerdotisas del dogma, que son los señores que acabo de citar y otros, entre los que había vírgenes necias y vírgenes vigilantes. Cuando Althusser y el 68 principian a desescombrar a Marx de toda la chatarra estalinista, ya se veía venir a Gorby, a Raisa, que es una burguesa culta, y al cura Cirilo. De Althusser a Cirilo Metropolita hay una trayectoria histórica que también pudiéramos llamar «la traición de los clérigos», o sea los intelectuales, que no sólo nos escondieron la verdad, sino que se la escondieron a sí mismos. Pero Sartre acabaría en ácrata contradictorio, Althusser en una confusa vuelta a su misticismo primero y Garaudy perdido en un laberinto de mezquitas. 

De todo lo cual sale que Marx fue traicionado por los políticos en el Este y por los intelectuales en el Oeste: manipulado, desfigurado, capitalizado, glosado, amortizado. Marx pasa a la Historia virgen y mártir porque nunca fue aplicado en ningún sitio, como Cristo. Ese muro de pensamientos y palabras, de subjetivismo y soberbia, que fue, ay, nuestro parvulario rojo, había empezado a caer en el 68 con Marcuse, mucho antes que el Muro de Berlín. Lo de Berlín no es sino una tardía consecuencia de lo otro, el deshielo de los casquetes polares mediante el cual María Jesús Llorente va a explicar a Raisa el Museo del Prado, el cura Cirilo Metropolita y nuestro obispo van a rezar juntos y Felipe González va a conceder a Gorbachov un importantísimo crédito, con lo que las cosas vuelven a estar en su sitio, las chicas con las chicas, los curas con los curas y los socialistas con los socialistas.


No sólo Bush y la cocacola iban a colonizar Rusia. También nosotros, con más derecho, nos abrimos así mercados en el Este inmenso, lo cual que Santiago Carrillo con su eurocomunismo (pseudónimo de una social democracia de izquierdas), fue el primero que lo dijo. Quienes alternábamos por entonces con Carrillo en las marisquerías de un Chamberí eurocomunista, ya veíamos venir a Raisa y al cura Cirilo, que seguramente no han leído nunca a Althusser. La muerte de Althusser no tiene nada de misterioso, como dicen hoy los periódicos, pues que muere justamente cuando su tarea de desescombro había terminado. Los intelectuales, la Historia y la coca-cola trabajan, muy a la larga, para que una burguesa rusa y un cura ortodoxo puedan deslumbrarse al fin con los reyes de Velázquez y los apóstoles del Greco. En cuanto calla la Historia habla la cultura.

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