Ian Somerhalder y Nina Dobrev

La creciente dependencia del festival alternativo Sundance de actores consagrados de Hollywood se hizo evidente en el potente y maratoniano arranque del festival, el viernes. No sólo porque Dustin Hoffman, Al Pacino, Morgan Freeman o Sean Penn vaguen estos días medio sonámbulos y despreocupados por las calles de la estación invernal de Utah. La presencia de estrellas en los primeros filmes proyectados -además de confirmar que las modestas instalaciones del veinteañero certamen se han quedado pequeñas para la avalancha de público- respaldó la calidad de varias películas que confirmaron las expectativas.

De las tres premieres fuera de competición, People I know (La gente que conozco), con un excelente Al Pacino omnipresente en sus 94 minutos, recibió la acogida más calurosa. La angustiosa historia del joven director Dan Algrant retrata la precipitada decadencia de un publicista, una pieza fundamental en el engranaje de fama, poder, dinero y conexiones sociales que mueve la ciudad de Nueva York. Al Pacino, un abogado que ha sacrificado la candidez de la provincia americana por la servidumbre a las estrellas de cine en la gran metrópoli, nos conduce por las sucias entrañas de la sociedad de los patricios neoyorquinos.


Dan Algrant tuvo que regresar a la sala de edición para borrar buena parte de las imágenes de las Torres Gemelas, que eran parte central de la obra. Los difuntos rascacielos aparecen tan sólo en un apocalíptico amanecer, en el que las luces de sus oficinas se encienden para despertar al que podría ser el último día de sus vidas. «Es una Nueva York turbia, y decadente, y real», asegura Algrant, que contrató a un ex jefe de policía para encarnar a un personaje de ambición y maquiavelismo inspirado en el ex alcalde Rudolph Giuliani.

Además, People I know rescata para el cine a Ryan O'Neal, confirmando que Sundance es el mejor escenario para tratar de resucitar carreras.El mejor ejemplo de ello fue la llegada de Robert Downey Junior.El chico malo de Hollywood, tras pasar por las preceptivas clínicas de rehabilitación, se ha metido en otra cama de hospital. Plagado de ronchas de soriasis, encarna a Dan Dark, atormentado y fracasado escritor de novelas policiacas, cuya principal obra es El detective cantante.

Rodada en parte como un filme noir pero salpicada de números musicales para lucimiento de la vis cómica de Downey, El detective cantante aspira a emular el éxito de otras comedias ácidas que triunfaron en Sundance como Hedwig and the angry Inch. La arriesgada película ha sido producida por una estrella de Hollywood: Mel Gibson, que se ha reservado el papel de un molesto psiquiatra.

Pero el fracaso más rotundo del stablishment de Los Angeles en la aventura independiente ha sido Levity, la película que inauguró el festival la noche del jueves. La historia de redención y expiación de pecados, situada en una barriada marginal de Chicago, cuenta con un elenco de gran producción: Billy Bob Thornton, Morgan Freeman, Kirsten Dunst y Holly Hunter. Los comentarios contra la obra de Ed Solomon -más conocido por haber participado en producciones como Hombres de negro- han sido demoledores. «¡Que caos desproporcionado! Es una colección de historias fragmentadas e ideas en busca de un mejor guión y de un director menos afectado por la necesidad de estrellas en su primera obra tras las cámaras», escribía ayer el crítico Scout Fondas.

Los rumores sobre la levedad de la película debían de ser sonados porque el estreno fue uno de los escasísimos eventos con entradas aún a disposición del público. Y tanto Billy Bob Thornton como Kirsten Dunst no dieron señales de vida, como se esperaba.

A la veterana Holly Hunter no le quedó más remedio que afrontar los tibios aplausos. La actriz de El piano no tenía escapatoria, porque es la estrella homenajeada este año por el certamen. Hunter se resarció del mal trago del jueves con la presentación de Trece, que recibió una excelente acogida.

La película, que figura en la sección competitiva, ha sido escrita por su directora, Catherine Hardwicke, y por una de sus protagonistas, la chica de 13 años Nikki Reed. Este retrato de la adolescencia en una escuela americana enterneció corazones, pero no tanto como La educación de Víctor Vargas, sobre la pubertad en la pobreza latina de Nueva York. A los asistentes a Sundance les gustaría haberla podido premiar, pero la película naturalista del joven Peter Sollett ya pasó con éxito por otros certámenes como San Sebastián.

A sonido de palmas nadie aventaja a The Cooler, protagonizada por William H. Macy y por Alec Baldwin. La historia retrata la brutalidad de otra ciudad -en este caso Las Vegas- y desnuda tanto las carnes como la violencia de sus protagonistas a niveles poco usuales en el cine norteamericano.

La competición más dura no está entre las películas en liza. Las carreras entre los distantes cines de Park City son para encontrar un asiento en las proyecciones.

«El impulso de los Juegos Olímpicos del año pasado sirvió para mejorar y ampliar instalaciones», asegura el padrino del festival, Robert Redford, pero la pequeña estación invernal es superada por la avalancha de cinéfilos y no tanto. La escapadita de fin de semana a Sundance se ha incluido en el circuito social de señores y señoras bien con escaso interés por el buen cine. Los patrocinadores -desde firmas de ordenadores hasta bancos de inversión- agasajan a sus clientes con estancias de varios días para que esquíen, se codeen con las estrellas de cine y se den aires de «independencia».

El overbooking en los pases se ha complicado por la mayor presencia de distribuidores, en busca del próximo Blair Witch Project o Mi gran boda griega, capaz de multiplicar una inversión de apenas tres o cuatro millones de dólares en más de cien. La facturación del cine independiente en EEUU pasó en 2002 a ser el 7% del total, frente al 3% del año anterior, lo que ha incrementado el interés.

Distribuidoras como Fox Searchligt, Miramax o Fine Line -brazos indies de los grandes estudios-han desplazado a un mayor número de personas para poder acceder a los cuatro o cinco pases diarios que han suscitado más interés a priori. Según el productor de The Cooler, Michael Pierce, las presiones de los estudios para acceder antes a las cintas ha llegado a un punto en el que frases como: «Déjame ver la película y te presto a mi mujer» no sonarían tan disparatadas.

Los autores también han puesto límite a las ediciones en vídeo de sus obras por temor a que acaben pirateadas y las copias visionadas por los eventuales compradores estén en muy mal estado.

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